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Para la gran mayoría de las personas, la relación entre fotografía y memoria parece obvia. Habitualmente este vínculo se piensa en función de la capacidad referencial de la imagen, esto es, en la posibilidad de la fotografía de referir, mostrar y evocar acontecimientos o circunstancias del pasado.

Pero la fotografía desde sus inicios en el siglo XIX, nacida con la idea de innovar tecnológicamente la representación de imágenes, hasta la actualidad, ha sido algo más que eso, ya que en torno a la fotografía se encuentran reflejados una infinidad de instantes que muestran las diferentes realidades, la memoria.

La memoria humana es una función del cerebro que permite al organismo codificar, almacenar y recuperar la información del pasado, pero a diferencia de la fotografía, es algo más que la simple captura de la imagen de lo observado, es un proceso activo, que no almacena pasivamente, sino que también construye y elabora la información partiendo de los conocimientos y experiencias previas.

Esta, viene dada por un proceso de selección y percepción de la información, captando las características personales y la experiencia vivida por cada uno a nivel individual. Al contrario, la fotografía en sí misma no selecciona la información, sino que capta la imagen al detalle, sin inventar ni descartar nada, siendo un reflejo auténtico de lo observado.

La memoria, puede ser tanto individual, cómo colectiva o histórica, siendo la individual opuesta a la colectiva, pero necesaria para el reconocimiento de los recuerdos propios, ayudándose de otras memorias. Las fotografías son consideradas como un componente esencial en la memoria individual, pero también pueden representar un motivo para la memoria colectiva.

La imagen fotográfica ayuda a la memoria individual tanto cómo a la colectiva, permitiendo rescatar historias y recuerdos olvidados. Además, su visualización puede estimular a la persona en su capacidad de generar conceptos y pensamientos tan abstractos como los atribuidos al lenguaje escrito, favoreciendo la capacidad de autorreconocimiento.

Una vez, habiendo entendido que unas fotografías, en sí mismas, no tiene más memoria que la que le asigna quienes las miran, podemos llegar a la conclusión de que los recuerdos que derivan de ellas, son diferentes e interpretadas de manera subjetiva e individual.

La imagen por sí sola no representa más que aquello que muestra a nivel superficial, pero puede dar paso al recuerdo de diferentes historias, testimonios y anécdotas vividas, que nunca serán iguales para todas las personas que las observan.